- Inspirado en el cuadro "La cosecha" de Camille Pissarro, 1887
- Vámonos. Hace más de doscientos años que estamos
quietos acá como unos pelotudos haciendo que cosechamos. En cualquier momento
me agarra una hernia de disco si sigo así. Además, ¿todo para qué? Si la guita
se la queda el hijo de puta que nos puso acá. Peor, el viejo ya murió y sus
hijos, nietos y demás se hicieron ricos sin laburar a costa de nuestro
esfuerzo. Nosotros no vemos ni un centavos y para peor, nos re cagamos de calor
con esta ropa y este sol que nos dejó. Por lo menos si nos llegará un poco del aire
del museo, pero ni eso, estos japoneses con esas ideas de que nos arruinamos
con el frío y no sé qué carajo nos tienen sudando la gota gorda a rayo partido.
De yapa, tenemos que soportar como tantos estúpidos de diferentes tamaños y
colores se para a ver como laburamos, gratis, cagados de calor y agachados.
¿Pero acaso ese barbudo de Lincoln no había abolido la esclavitud? Qué alguien
le avise que hoy en el 2015 sigue vigente más que nunca. Basta, ya me cansé, yo
me voy a la mierda y que sea lo que dios quiera, estoy podrida de estar acá. Si
me agarran no me interesa, que me rajen, ni siquiera vamos a cobrar
indemnización. El que quiera que me siga. Chau.
Simplemente se bajó, le tomó la gaseosa a un niño gordo
rubio, se secó la frente con su campera y se fue rengueando. Ese día, al resto
de los cosechadores le dieron la tarde libre y por fin después de tanto tiempo
pudieron ir a conocer Tokio.
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