lunes, 14 de septiembre de 2015

Diez años de eternidades

Si de la lona de tus zapatillas saliera una sonrisa, al menos tendría un motivo más para vivir el día. Si  en la espuma de tu cerveza se mezclara tu saliva, tendría un motivo más para besarte.  Si de tu bandera se escapara una frase, tendría al menos un segundo más para escucharte. Si de tu boca saliera al menos una nota, tendría un estribillo más para cantar. Hoy no estás, no te puedo tocar, ni siquiera oler. Hoy hay un hueco en algún lugar de la ciudad, de la calle, de muchos corazones, de todas nuestras vergüenzas, de nuestras irresponsabilidades. Hoy lavamos las culpas con tus remeras, tus pañuelos, tus ojos apagados. Hoy acusamos, apuntamos con lanzas, nos ponemos reflexivos, jugamos a ser jueces y parte. Hoy somos todos ley, a costa de tu alma, somos todos ley. Nuestros trajes de ciudadanos llevan tu sangre, nuestras lágrimas siguen baldeando la vereda, diez años después y la tormenta no amaina. La justicia es una palabra que nos queda enorme en nuestra lengua, y la doblamos, la herimos y a cada puñal que le damos, muchas familias abren sus heridas un poco más. Por esas aberturas entra la maldita información, la amarilla, la hepática y el estado febril se vuelve epidemia. Cuidado con la gente, puede ser muy dañina, cuidado con sus bocas, pueden ser feroces, cuidado con sus brazos, pueden soltarte rápidamente.  

Busquemos en las miradas más honestas, en los llantos más puros, en las sonrisas menos complacientes, en los pasos más firmes a los verdaderos amantes, a los verdaderos hermanos, a la unión, a la fuerza humana más salvaje. Seamos compañía, seamos vos y yo, y todos los que sientan lo mismo.

Un día como hoy, hace diez años, un pequeño punto de esta feroz ciudad ardía, y el fuego se propagaba intensamente por cada fisura de las imprudencias, de las negligencias, por cada cuerpo de esas ciento noventa y cuatro personas que debemos cargar cada día, por cada dolor de sus familias y amigos, por cada oración, cada insulto, cada lamento, cada canción. Hoy, diez años después, cada hora parece una eternidad para aquellos que transpiran cada minuto a sus hijos, a sus amigos, a sus hermanos.


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