martes, 17 de julio de 2012

MELIFERA


MELIFERA

La pregunta acerca de si las abejas mueren después de clavar su aguijón, me producía mucha curiosidad de niño. El problema era, que nunca podía constatarlo personalmente ya que una vez picado por este noble insecto, el dolor arremetía  dejando de lado aquella curiosidad. Por otra parte nunca nadie me afirmó si esto era cierto y poco a poco fue pasando el tiempo y esa duda se fue desvaneciendo. Pasaron varios años, mucha agua bajo el puente, hasta llegar a la universidad. Había decidido estudiar la carrera de Piscología, y para mi grata sorpresa las abejas iban a volver a aparecer en mi vida. Esta vez, bajo la investigación de Karl Von Frisch, un zoólogo oriundo de Múnich, Alemania. El autor,  mediante una severa exploración acerca de estos insectos, llego a la conclusión de que las abejas tenían un sistema de comunicación. Este sistema consistía en comunicar una fuente de alimento, esencial para cualquier ser vivo.  Cuando una de ellas había encontrado un lugar repleto de flores para polinizar, volvía a su colmena y mediante distintas formas de movimiento y agitación, las demás podían deducir donde se encontraba el tesoro, su tamaño y su valor. Ya desde ese momento empecé a reafirmar mi idea de que el hombre es el animal más inexacto y egoísta de todos. Yo también soy hombre, y es por eso que volví a olvidarme de este animal tan interesante.
  Como todo olvido, este,  alguna vez fue realidad y recuerdo, por lo tanto  siempre es posible que regrese  a uno. Paradójicamente no recuerdo bien por qué pero fue en estos días, o quizás meses que aquella pregunta acerca de la actitud kamikaze de las abejas regresaba a mí. Esta vez, con casi un cuarto de siglo sobre la espalda, no iba a dejar pasar otra vez esta duda, más aun en los tiempos donde Internet nos da “soluciones” más veloces que el olvido mismo. Era entonces el momento de ir al fondo de la cuestión y verificar si esto era cierto o no. ¡Era cierto!  Para mi sorpresa, el resultado me  produjo una ambivalencia. Las abejas melíferas obreras una vez que clavaban su aguijón, morían poco después como consecuencia de un desprendimiento de sus glándulas abdominales. Un dato curioso es que solo las obreras mueren a causa de esto. Esto hace que se me vengan a la cabeza un sinfín de comparaciones políticas, sociales e históricas que van desde la revolución industrial del Siglo XVIII hasta la Guerra de Malvinas. Pero no quiero desviarme del tema al que quiero hacer referencia, aunque no podía dejar pasar este dato relevante, pero eso será tema en otra oportunidad. El hecho de que el insecto al sentirse en peligro ataca, y a raíz de esto muere, me genera tantos pensamientos y aristas para tocar, que temo terminar como él atacando esto que estoy escribiendo y cavándome de tal manera mi propia tumba.
 Lo primero que se me vino a la mente fue el hecho de  que el hombre no solo es más inexacto y egoísta, sino que también es el más cobarde de los animales ya que la mayoría de las veces que se siente en peligro, escapa sin hacerle frente. Y es acá donde quiero recalcar la diferencia entre las abejas y el ser humano. La actitud de la abeja para muchos puede ser de coraje pero para otros puede ser de estupidez. Yo me pongo del lado de los que celebran su valentía, aun cuando creo que ella no tiene certeza de su fatal destino, y  sin embargo no huye, no le teme al peligro ni aunque  este tenga un tamaño miles de veces más grande. El hombre sin embargo, muchas veces se escapa del peligro, aun cuando este es miles de veces más pequeño que una abeja, y más aun sabiendo que dicha amenaza diminuta no acabará con su vida ni mucho menos. Ya lo dije anteriormente, yo soy hombre, y por eso, como decía un filósofo griego, nada de lo humano me es ajeno, con lo cual yo también escape y escapo muchas veces ante cualquier pequeña correntada que me tira para atrás. Es por ello, que no escribo esto para dar lecciones de moral a nadie ni tampoco hacer propaganda barata de algún proveedor de miel a punto de la quiebra. Simplemente quiero contar algo que de niño me pareció curioso y que hoy en día me parece más digno de una historia de amor a la altura de un mártir de cualquier estilo que de un manual de biología de la escuela primaria.
Ahí están las abejas, ahí está la naturaleza, siempre moviéndose, siempre hablando, siempre enseñándonos, nunca escapando.
                                                              FIN

4 comentarios:

  1. bien Polaco! buen comienzo! no es casualidad que por momentos tu forma de escribir me recuerda a la mía, así que equivocado o no, me da placer, claro. Que nos sirva de lazo mutuo y nos enseñe más sobre nuestras almas, que orgullo me da verlas cada día más parecidas.
    A seguir que este camino es arduo pero maravilloso.

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    1. Salud hermano! De eso se trata, de ir compartindo el camino.

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  2. Que placer poder ir leyendo lo que escribís sin tener que pedírtelo hermano!!!gracias al señor blog o a la señora spot!!
    Me permito hacer una mínima crítica a tu prosa tan fresca y jugosa:no creo que el hombre sea un animal miedoso.Sí lo que hicieron de él,otros hombres, pero la idea de que es el único animal que no le teme al fuego me es reveladora. Sin embargo es inevitable compartir la admiración por la naturaleza,por los distintos órdenes alternativos de organización y de producción y reproducción del ciclo vital.
    Vayan esos cinco pola,espero que esto te ayude a crecer,más aún,como escritor,para nuestro bien y el de toda su santa iglesia!!

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  3. Genial lo del fuego!!!! totalmente revelador, tendré que masticarlo un rato largo. Gracias por la crítica, siempre son mejores que las burlas y las lamidas. Te devuelvo los cinco!

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