La casa había quedado completamente deshabitada. Hasta los
recuerdos se habían esfumado. Lo único que quedaba era un viejo piano de cola
alemán. La gran cantidad de polvo confundía las teclas negras de las blancas, y
la luz que entraba por el gran ventanal dibujaba una enorme sombra sobre la
pálida y triste pared al tiempo que el sol bailaba entre los cristales
dispersos. En la habitación, una gran mancha sobre el piso de madera que se
extendía como una cuerda hasta la bañadera.
Un gran rato antes en el aeropuerto
de Ezeiza:
“Última llamada, por
favor todos los pasajeros del vuelo 573 destino
Barcelona acercarse a la puerta 14.”
En algún kilómetro de la autopista, alrededor de unas
setenta personas se adueñaban de los carriles con una gran bandera que decía: “SI no nos aumentan al menos un 30% la
dignidad vamos a cortar todos los accesos al aeropuerto” Si quedara lugar en la tela creo que seguiría
así el mensaje: “…si mandan policías a
reprimirnos, no nos va a quedar otra alternativa que utilizar todo lo que
tengamos a nuestro alcance como arma de lucha; estamos cansados que nos traten
como títeres. Los títeres no sufren hambre, nosotros SÍ!”
Dos kilómetros más cerca de Buenos Aires, en la misma ruta,
dentro de un Peugeot 206 blanco, en el asiento trasero, Serafín Torres gritaba
desconsoladamente. La misma
transpiración con la que había juntado cada centavo del pasaje a España ahora
inundaba todo el tapizado de la parte trasera del bólido. Cada avión que veía
en el cielo tenía un asiento libre con su nombre, cada esperanza una lápida con
su nombre y cada insulto un nombre distinto. Los políticos, la situación del
país, el gen sudamericano, la policía que no reprime, la que reprime, las
personas que se mueren de hambre y cortan las rutas, las ofertas de las aerolíneas,
la distancia entre el aeropuerto y su casa, su esposa, el viejo profesor, el
remisero por llegar con cuatro minutos de retraso, la vida misma por ser vida,
él mismo por haberse dedicado a una profesión tan inestable como es la música,
sus padres por las dudas.
Un gran rato antes que el rato antes
en Ezeiza y alrededores:
- - Es la gran oportunidad de tu vida, la orquesta
sinfónica de Barcelona es de las más prestigiosas del mundo y el pianista es
una de las figuras más importantes de ella.
- - Pero Sr Castelli, ¿usted realmente cree que
tengo la habilidad suficiente para semejante reto?
- -Por favor Serafín, fui tu profesor durante años.
No solo eso, soy como un padre para vos, nadie mejor que yo para saber de lo
que sos capaz.
- - ¿Pero que va a pasar con Lucía? ¿Va a dejar su
trabajo con todo lo que le costó llegar?
-
-Yo
entiendo que es una decisión difícil. Conozco a Lucía como como nadie en este
mundo, ella si es una hija para mí. La críe solo luego de que su madre muriera
y te puedo asegurar que ella daría su vida por irse de este país en eterna
decadencia. Toda su vida se la pasó diciendo que su sueño era vivir en París.
Barcelona es lo más cerca de lo que alguna vez realmente soñó. No lo dudes más.
Si hace falta, yo la convenzo, ella me escucha siempre.
Un rato después que aquel encuentro
con el profesor pero antes que Ezeiza y alrededores:
- - Es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Ya
estoy cansado de tener que trabajar quince horas por día, de dar clases a
chicos sin talento, de tener que soportar al director de la escuela con sus
contendidos obligatorios de una música lamentable, de tocar las mismas tristes
canciones cada domingo a la noche en ese bar de mala muerte hace más de tres
años.
- - ¿Y mi trabajo? ¿Acaso mi vida, mis gustos, mis
intereses no valen nada?
- - Yo sé todo el esfuerzo que hiciste para llegar a
donde estás, pero también creo que en Europa las oportunidades se multiplican y
alguien con tu experiencia no tardaría mucho en encontrar algo mejor. Además,
el Sr Castelli me dijo que tu sueño siempre fue irte para allá. Y creo que te
conoce muy bien.
- - Él es como un padre para mí.
- - Lo mismo dijo él. Por eso creo que esto va a
cambiar nuestras vidas rotundamente. Es lo que necesitamos como personas, como
pareja.
- - Pero en el caso de que te acepten, ¿él vendría con nosotros? Te pregunto porque es
tu profesor hace varios años.
- - Ya es tiempo de que le suelte la mano. Además,
se supone que si tengo el talento para la orquesta sinfónica, ya no preciso de
un profesor.
- - De todas maneras pienso que sería de gran ayuda
tenerlo cerca.
- - No lo necesito. Y creo que él a mí tampoco. Si
no, no me hubiera dado esa oportunidad. Ya me cansé de sus órdenes. No entiendo
como vos todavía no te cansaste.
- - Si te cansaste de sus órdenes, ¿no deberías
entonces rechazar su oferta?
- - Es cierto, digamos que está es la última vez que
lo voy a escuchar.
- - Con todo lo que hizo por vos, hablar así. Que
injusto
- - ¿Injusto? Ya estoy cansado de que lo defiendas,
no me interesa si te crío, si te hizo ser lo que sos. No me interesa más nada
que tenga que ver con su cara. En parte me voy para no tener que verlo más, no
tener que soportar sus “cátedras” ni tus adulaciones a cada frase estúpida y
estudiada que sale de sus horribles labios. Y si vos no queres venir, no
vengas. También me cansé de aparentar ser una pareja feliz y “normal”. ¿Qué
quiere decir “ser normal”? Acaso es levantarse todos los días a la misma hora,
desayunar siempre las mismas tostadas, mirar las mismas películas, decir
siempre las mismas frases estereotipadas, tener sexo una vez por mes por
lástima. ¿Lástima ante quién? ¿Ante el mundo, ante vos, ante mí? Basta. Basta
de ir dando pena por la vida, basta de ser sumisos, basta de ser “normales”
ante los demás para que digan que somos una pareja adorable, cristiana y
prolija. Me cago en todos ellos, me cago en él. Me voy, vengas conmigo o no.
Varios años antes que todos los ratos
anteriores:
Lucía, con tan solo seis años de edad había quedado
huérfana. Su madre luchó durante año contra un cáncer que terminó por
derrotarla. Su padre biológico lo único que dejó antes de huir fueron sus espermatozoides. La única persona que
tenía a su lado era el Sr Castelli, un prestigioso músico famoso por dejar su
huella en casi todos los lugares del planeta. Cuando la madre murió, Lucía fue
trasladada a la casa de su abuela materna a pesar de su deseo de quedarse con
el Sr Castelli. Él luchó contra todo para que la niña vuelva, y finalmente por
sus “influencias” y por haber demostrado ser un gran padre sustituto logró convencer
a los jueces que aceptaran entregar a la pequeña al famoso músico. Además la
abuela ya era bastante anciana y le costaba cuidarse a ella misma.
Luego del fallo judicial a favor del Sr Castelli, él y Lucía
decidieron festejar yendo a comer al lugar preferido de la niña. Una vez que
terminaron las hamburguesas y el helado, volvieron caminando de la mano
iluminados por las luces de la ciudad. Por fin la vida volvía a tener sentido.
Era la primera noche de la pequeña en su casa sin su madre.
Una sensación ambivalente invadía su cabeza.
Por un lado, la alegría de volver a su cuarto, su cama, sus muñecas, sus
olores. Por otro, la ausencia de su madre como un fantasma que lo invade todo.
No podía estar sola. Al menos por esa noche. Se paró en el marco de la puerta de
la habitación del Sr Castelli y tan solo con mirar sus ojos adivinó las
intenciones de la pequeña. El flamante padre aceptó el pedido de la niña y
haciéndole lugar en la cama, la invitó a subir. Ella se acercó y apoyo su
cabeza en el pecho del hombre. Él la rodeó con su brazo izquierdo y puso el
otro en las piernas de la niña. Esa fue la primera de muchas noches.
Varios años después de aquella noche,
y un rato después de la frustrada llegada a Ezeiza:
Nadie le devolvería el dinero invertido en el pasaje ni la
ilusión de ser parte de la orquesta de Barcelona. Ahora se encontraba volviendo
a su casa, abatido, seco de llorar y transpirar. Sabía lo estrictos que eran
los europeos. Su oportunidad era mañana. Y mañana, ya era ayer.
Mientras abría la puerta, las palabras dichas a Lucía
volvían como un boomerang y ni imaginaba lo que se vendría.
- - ¿Qué haces acá? Deberías estar volando a
Barcelona?
- - Ni me lo digas. Culpa de una manifestación no
pude llegar a tiempo al aeropuerto. Parece mentira, uno se quiere ir de este
lugar de mierda por este tipo de problemas y paradójicamente culpa de uno de
ellos, se ve obligado a quedarse.
- - ¿Pero qué manifestación?
- - ¿A quién carajo le importa si eran peronistas,
piqueteros o pelotudos? Lo que importa es que ahora perdí la oportunidad y
tengo que volver acá con esta rutina insoportable. Volver a ver tu cara de culo
todas las mañanas, soportar tu comida, tu indiferencia, tus palabras vacías,
tus ojos vacíos, tu corazón vació. En algún punto esta oportunidad no solo era
estrictamente profesional, sino que era una forma de desprenderme de todo esto.
Sobre todo de vos. Y del viejo. De ese viejo de…
Milésimas después de “ese viejo
de...”:
En el momento en que Serafín pronunciaba estas palabras algo
sólido impactaba su cráneo y lo hacía caer sobre la madera y los cristales se
desplegaban por todo el contorno corporal. Con gran esfuerzo logró girar la
cabeza y al hacerlo lo vio parado a su lado. El Sr Castelli, su viejo profesor,
su figura viril y masculina se erguía como un monstruo gigante desprendiendo
lava de sus labios. En una mano los restos de botella, en la otra un hoja
plateada y brillante. El zapato impactaba una y otra vez en el rostro del joven
hasta dejarlo casi inconsciente. Una vez que las defensas fueron casi nulas, el
viejo puso boca para abajo a lo que quedaba de Serafín. Con el cuchillo de su
mano derecha realizó un tajo vertical en el pantalón del moribundo mientras que
con la izquierda, que había quedado libre después de haber hecho estallar los
vidrios contra la pared, desabrochaba su cinturón y comenzaba a hamacarse
violentamente sobre la víctima. Luego de varios minutos de un movimiento
regular y perturbador, trasladó la carne muerta hasta la bañadera y la dejó
allí hasta que se secara por completo.
Lucía, que hacía varios minutos que había abandonado la
escena del crimen, esperaba acostada, completamente desnuda y con las piernas
abiertas. La música a todo volumen, la puerta del dormitorio entre abierta y
expectante, la sonrisa inundada de lágrimas, el ruido de los pasos cada vez más
cerca, la oscuridad total.
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