Parte de esta historia que voy a relatar a continuación es
verdadera. La otra, no está confirmada. Al menos por mí.
Mientras pasaba otra de las tardes tan iguales tirado en el
sillón de la casa de mis padres, el
teléfono sonó distinto. Había algo en ese estridente y cronometrado sonido que me
envolvía y me llamaba a contestar.
- - Hola
- - Buenas
tardes, ¿se encontraría el Ingeniero López Quesada?
- - ¿De parte de quién?
Por temor a que dejen de leer, voy a suspender por un
momento esta conversación y voy a contar la primera parte de la historia.
Una noche, fría como pocas, hace ya varios años, Juan salía
de trabajar y era interceptado en un callejón por un hombre misterioso y
bastante lunático. Marcos, el extraño
sujeto se acercó hasta Juan, y sin titubear le propinó cinco disparos. Dos de
los tiros penetraron la parte izquierda de la espalda de la víctima, otro dos
en su hombro del mismo lado del cuerpo, y uno pasó zumbando sobre su cabeza. Juan se desplomó sobre la vereda mientras
Marcos esperaba impertérrito la llegada de la policía. No presentó ningún tipo
de resistencia, se entregó como si fuera a recibir un premio, orgulloso de lo
que acababa de cometer.
Todos creyeron que Juan no había sobrevivido al brutal
incidente, que había perecido, que se había secado de sangre entre la vereda,
la patrulla de emergencia y el hospital. Todos pensaron que los intentos de los
médicos por reanimarlo habían sido inútiles. Todos lloraron, todos lloran.
Sin embargo la historia fue distinta.
Horas después de que las balas cruzaran la piel, Juan por
fin reaccionó para alegría de los médicos que multiplicaban los esfuerzos, y
que al verlo despertar se fundían en abrazos y emociones. Sabían muy bien que el trabajo realizado
sería una gran propaganda en el barrio y los alrededores, además de la
satisfacción agregada de haber salvado una vida. Juan era una persona muy
querida. Abrió los ojos a la mañana
siguiente. Y también la boca.
- - ¿Dónde estoy? ¿Qué paso?
- - Sr Juan, está en el hospital. Tranquilo, recién
se despierta del efecto de la anestesia.
- - ¿Pero qué hago acá? ¿Quién es usted?
- - Soy el Dr Lynch. Tuvimos que internarlo de
urgencia y abrirle el pecho porque su corazón se había detenido debido a cuatro
balazos que recibió en la calle ayer por la noche. Por fortuna pudimos
revivirlo.
- - ¿Me dispararon? ¿Pero quién pudo haber hecho
semejante atrocidad?
- - Que quiere que le diga, la calle está llena de
locos, de asesinos y psicópatas. Para su tranquilidad, el agresor fue arrestado
y será condenado a prisión. Lo importante es que usted despertó. Ahora tiene que descansar así puede ir
recuperándose con el correr de los días. Su mujer y sus hijos van a estar muy
contentos. Todo el pueblo va a estar feliz de verlo de vuelta. El caso causó
mucho revuelo en los medios.
- - Por favor, necesito estar un rato solo.
- - Si, como no, vuelvo en un rato. Voy a comunicar
la buena nueva
- - No, por favor, le pido que todavía no diga nada.
Van a querer irrumpir la tranquilidad de esta habitación y prefiero estar un
rato en paz. Al menos unas horas.
- - Como usted diga Sr Juan. Voy a tener que
esconderme. Si me necesita llame al interno #9. Descanse.
- - Gracias Doc. Por todo.
- - Gracias a usted. Por todo.
Después de quedarse un rato en la paz de su cama (no sería
la primera vez) pulsó el número nueve en el teléfono y al instante apareció
nuevamente el Dr Lynch.
- - ¿Se siente mejor señor?
- - Bastante mejor, gracias. Solo necesito pedirle
un favor. Puede parecer absurdo pero necesito su ayuda para esto.
- - Claro, ¿qué necesita?
- - Necesito que me mate.
- - ¿Qué lo mate? ¿Pero usted se volvió loco? Sería
incapaz de hacer algo así. Disculpe pero no voy a poder satisfacer su extraño
deseo.
- - No literalmente doc.
- - ¿Y cómo sino?
- - Necesito que diga que no pudo revivirme. Que
hizo lo posible por hacerlo pero las heridas eran muy profundas y habían dañado
todos mis órganos. Puede decir que los disparos impactaron mi rostro
deformándolo hasta parecer irreconocible. De esa manera me velarán a cajón
cerrado. Solo necesitaríamos a algún cadáver que me suplante en la autopsia y
demás.
- - Lo que me está pidiendo es una locura señor,
creo que sigue bajo los efectos de la anestesia, tendré que dejar que descanse
unos días más.
- - No doctor, estoy más cuerdo que nunca. Le ruego
que haga eso por mí. Quiero comenzar una nueva vida, lejos de aquí, lejos de
las presiones, lejos de mi mujer que me tiene harto. Ya no soporto la vida que
venía llevando, necesito un cambio urgente y solo usted puede darme ese cambio.
Créame que se lo agradecería de por vida, y no solo de palabra. Tengo mucho
dinero escondido en un lugar secreto que no declare para que el estado no me
mate con sus impuestos. Con esa plata, usted y su familia vivirán tranquilos el
resto de su vida.
- - No me puede pedir esto señor. Va contra mi
ética.
- - No me obligue a proceder de otra manera doc, por
favor se lo pido, nadie lo sabrá más que usted y yo. Es la única manera que tengo de comenzar de
nuevo, de vivir tranquilo. Usted no sabe doctor lo difícil que es mi vida,
llevar estos pantalones, es un estrés enorme que me va a terminar matando al
fin.
}
Durante cinco minutos no voló ni
una mosca en toda la habitación. Por fin, después de meditarlo, el Dr Lynch
silenció al silencio.
- - Mire señor, lo voy a ayudar porque lo conozco
hace años, es una gran persona y lo merece. Pero lo único que le digo es que no
se le ocurra arrepentirse más adelante porque me arruina mi vida tanto laboral
como personal. Sepa que me estoy jugando demasiado con esto. Lo que le digo es
que vamos a tener que sobornar al de la autopsia, al maquillador y al de la
morgue. De eso me ocupo yo. Son gente que trabaja con cadáveres, no tienen
muchos escrúpulos así que no creo que tengan problema en ser parte del engaño.
Lo que sí, necesitaría plata.
- - No hay problema con el dinero, ahora le paso la
dirección donde está guardado. Va a tener suficiente para sobornar a quien haga
falta. Desde ya le digo que voy a estar eternamente agradecido. A la larga mi
familia también.
La madrugada siguiente como una sombra en la oscuridad,
silenciosa e invisible a cualquier ojo curioso,
el cuerpo y el alma de Juan se alejaban de todo y de todos. Durante años
vagó errante como Caín por el mundo entero hasta que llegó a uno de los lugares
más recónditos del planeta. Estaba en el sur. En los hermosos campos verdes de
la provincia de Buenos Aires.
Mientras gastaba los billetes en la barra de un bar de esos
conocidos como “bar de mala muerte” un señor flaco y curioso, de huesos filosos
y nariz en forma de flecha arrimó su banqueta hasta Juan y levantó su vaso.
- - Cantinero, sírvale un trago al amigo. Esta ronda
la invito yo porque hoy estoy de buenas. Conseguí un trabajo en lo de Don
Rodriguez.
Estás últimas palabras sacaron del limbo a Juan de un tirón.
Miró profundamente a los ojos del hombre. Era una mirada que buscaba ayuda.
Como los ojos flacos no repararon en este pedido, Juan tomó del brazo al
flamante trabajador.
- - Señor, disculpe que lo moleste, ¿cómo consiguió
el trabajo?
- - Parece que el peón anterior se enfermó
gravemente y está internado. La está luchando el pobre pero parece que estira
la pata en cualquier momento.
Poco entendía Juan lo que este hombre le contaba. Cuando logró
callarlo, le pidió por favor si le podía conseguir un lugar para trabajar, de
lo que sea. En la emoción y la
borrachera, el escuálido hombre le prometió hasta matrimonio. Por suerte para
Juan, lo único que le consiguió fue un empleo temporario en lo de Don Santamarina,
vecino de Don Rodriguez. Fueron dos meses de trabajo arduo. Como nunca antes en
su vida se levantaba al alba y hasta que no bajara el sol no paraba. Algunas
veces tomaba prestada la guitarra del hijo del patrón con el que había forjado
una linda amistad, y se ponía a cantar mientras miraba las ruedas girar. Las de
las cosechadoras, las de los tractores, y hasta los girasoles.
Una tarde, como cualquier otra, agarró el teléfono y marcó
la característica de Buenos Aires seguido de otros ocho números que prefiero
preservar por las dudas.
- - Hola
- - Buenas
tardes, ¿se encontraría el Ingeniero López Quesada?
- - ¿De parte de quién?
- - John
Lennon
FIN
Todo este relato puede ser ficción, pseudo realidad o lo que
sea, pero definitivamente es una gran expresión de deseo y de amor hacia quizás
el artista más influyente del siglo XX.
Tu obra te eterniza. Gracias.
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